Ivan Prado Sejas

MOTIVO PARA ESTE BLOG

Decidí sacar mis cuentos de la Gaveta y publicarlos, y también deseo mostrar lo que vaya creando en el presente, conforme la diosa de la inspiración me de la posibilidad de escribir cuentos.

lunes, 15 de febrero de 2010

GALAXIA MIA, TUYA O NUESTRA (Cuento)


Estaba yo ubicado en el círculo central de la Vía Láctea, mal llamado Agujero Negro, puesto que en el fondo dicen que es blanco, o sea nada, y sobre esto ya hablan varios astrofísicos de la existencia de los Agujeros Blancos, que están por “detrás” de los Agujeros Negros. Pero, bueno, de estos temas yo no sé mucha cosa. Mi presencia en ese lugar se debía a que estaba haciendo reconocimiento de mis terrenos. En ese momento, se me apareció un señor de barba blanca, translucido; parecía estar preocupado por mi presencia en ese sitio. Se me acercó y me miraba como si lo hiciera con mil ojos. Yo lo veía así. Me habló, y penetró con su voz en cada célula de mí ser. Hasta mis huesos escuchaban el timbre imponente de los sonidos que emitía. Dentro de mí cavilaba: Me parece que es Dios el que está aquí, pero me haré al loco… Y así ocurrió, me hice al loco.


−¿Qué haces tú acá?, me preguntó.

Vine para ver lo que me corresponde en propiedad

−¿En propiedad tuya, o de quién más?

Solo mía, dije sin desparpajo, puesto que sabía que era así en el tema de la propiedad privada. Desde niño yo había aprendido aquello.

−¿Y habitas tú solo esta galaxia?

−No, habitamos muchos.

−¿Entonces, por qué dices que esta galaxia es sólo tuya?

Esa pregunta me molestó… En realidad, no sabía quien era ese viejo entrometido, a quien yo le estaba dando el atributo de Dios. Para que se enterara quién era yo tendría que explicarle que en la Tierra la “Intergalaxy Business Agency” me había vendido toda la galaxia, hasta donde llegaban las últimas estrellas. Por lo tanto, yo era el dueño absoluto, y el resto de los humanos eran simplemente inquilinos.

−Mire no sé quien será usted, pero tendrá que atenerse a las consecuencias si viene en plan de hacer algún reclamo. Yo tengo todos los documentos en orden, dije.

−¿Y quien firma los documentos?


−El Presidente, el Gerente General y el Tesorero de la Agency…


−Pero mi firma no está ahí, dijo el anciano, solicitando ver el documento principal.


−¿Y por qué tendría usted que firmar mi documento de propiedad?

El viejo sin ningún temor me miró fijamente. Al primer contacto visual todo mi ser se estremeció, pero me controlé, y solamente me puse a repetir: Esto es mío, es mío, es mío, es mío, es mío…

De pronto sentí un vacio en mi mente. Parece que mi cerebro se hubiese vaciado de pensamientos.

−Mire, soy el representante de los cientos de miles de billones que habitan esta Galaxia…

¡Basta!, dije e interrumpí el discurso del viejo con una carcajada que se escuchó seguramente hasta en el último rincón de la galaxia. Entonces, dije: −Solo existe vida en la Tierra; nuestros científicos lo afirman y reafirman todos los días. Hasta el presente no se ha encontrado ningún pinche planeta que tenga las características nuestras, por lo tanto solo existe vida en la Tierra.

−¿Entonces, si existe solo vida en la Tierra, para qué necesitas 90.000 años luz de espacio circundante con más de doscientos mil millones de estrellas y planetas?

No supe que responder. En mi mente estaba la idea de que la noción de la propiedad privada se podía extender más allá de los límites de la Tierra, sin importar que uno conozca o no los lugares citados.

−Mis abogados vendrán y se pondrán en contacto con sus abogados, y la cosa será entre abogados, dije sin saber exactamente lo que decía.

−Los cientos de miles de billones de seres que habitamos en esta galaxia y más los cientos de miles de quintillones que habitamos el Universo en más de cien mil millones de galaxias, no necesitamos de abogados para decir que esta galaxia es de todos los que habitan en ella; desde los organismos unicelulares hasta los semidioses somos todos “propietarios” de la Vía Láctea.

−¡Ah! Entonces, usted es comunista, le dije intentado demostrar que el comunismo había fracasado en la Tierra,– y pensé–, “y seguramente en toda la galaxia”. Pero bueno, no podía expresar esta última frase, puesto que había afirmado rato antes que solo había vida en la Tierra.

−¡Ops! ¿Entonces, usted, a todo aquel que pretende defender la propiedad colectiva le dice que es comunista?

−¡Si!, le dije contundentemente. Y eso que no le mencione lo de cochino comunista.

−¿Y qué más es un comunista?

−Un comunista no solo es aquel que dice defender la propiedad colectiva, sino también es aquel que no tiene religión y no cree en Dios, que odia la familia, y desea piamente quitar a los otros aquello que es de ellos. No es democrático y ataca a las instituciones civiles legalmente instauradas. Es enemigo de los medios y apoya a los terroristas. Y muchas otras cosas más…

−Si eso es para ti comunista, yo y el resto de los habitantes de la galaxia no entramos en tu definición.

−¡Uhm!, murmuré y pensé: Este cree que soy un tonto y que voy a dejarme envolver por las nuevas teorías post comunistas.

−¿Y que es postcomunismo para ti?

−¡Oh!, ¿O sea que adivinando mis pensamientos?

−Lo siento, pero una buena parte de los habitantes de la galaxia no solo nos comunicamos a través de lenguaje verbal, sino también a través del pensamiento.

−O sea que supiste todo lo que pensé desde el inicio…


−Si, pero no te preocupes, tus pensamientos vinieron y se fueron tal como llegaron, me dijo como si no le interesase mis pensamientos.


−Bueno, entonces, no tengo nada más que discutir con su persona, mis abogados ya vendrán si usted insiste con alguna demanda.

Corté tajantemente el dialogo y giré para alejarme del lugar. Cerré mis ojos, a pesar de que el anciano me estaba observando de todos los lugares. Eso sentía yo. Me alejé de aquel vacio, para volver rápidamente a la Tierra. En mi mente sabía que había hecho la defensa correcta de mi propiedad privada, toda la galaxia era mía, pero…, extrañamente me sentía desnudo.


Autor: Ivan Prado Sejas, Derechos Reservados

Referencia bibliográfica

Prado, Ivan S. (2011). Galaxia mía, tuya o nuestra. Revista Malhablados, Bien Escritos, 2, 10-11







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